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Anécdotas e historias de la persecución religiosa en Neutla
                                                 Carlos Francisco Rojas Gómez


                  Como en casi todas las poblaciones del centro-occidente de México, el municipio de Comonfort no
                  escapó al conflicto político-social de la década de los 20´s del siglo XX conocido como Cristiada o
                  Guerra cristera. Se trató de una lucha por el poder social y político entre las elites del gobierno
                  mexicano y las autoridades eclesiásticas católicas, pero también se trató de una lucha de miles de
                  mexicanos que defendían sus prácticas y costumbres religiosas, sociales y culturales ante el embate
                  ideológico de un grupo con el que muy pocos se sentían identificados.
                       Aunque  los  orígenes  de  este  conflicto  entre  el  Estado  mexicano  y  la  Iglesia  católica  tienen
                  antecedentes  desde  el  siglo  XIX,  es  sobre  todo  con  la  Revolución  mexicana,  en  el  periodo
                  encabezado por Venustiano Carranza, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, que se encuentran
                  sus  antecedentes  inmediatos,  en  esta  ocasión  no  nos  detendremos  a  analizar  estas  causas  y
                  comenzaremos el relato un año antes del inicio de la Guerra cristera.
                       En  febrero  de  1925  un  grupo  de  obreros  de  la  Confederación  Revolucionaria  de  Obreros
                  Mexicanos (CROM), con beneplácito de Plutarco Elías Calles, entraron en el templo de la Soledad
                  en la Ciudad de México, irrumpiendo en una celebración y corriendo a los asistentes, declarando
                  formalmente  el  establecimiento  de  la  Iglesia  Católica  Apostólica  Mexicana  encabezada  por  el
                  sacerdote Joaquín Pérez, mejor conocido como El Patriarca Pérez. Calles declaró que en México
                  había libertad de creencias y que por lo tanto apoyaba a la nueva iglesia, pero no dijo nada de la
                  manera en que se apoderaron del templo de la Soledad [1].
                       Un  mes  después  los  católicos  organizados  en  algunas  asociaciones  conformaron  la  Liga
                  Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR) [2]; intuyendo la situación que se avecinaba,
                  establecieron comités en gran parte del país, en Comonfort se conformó uno, que estaba a cargo del
                  señor  Ciro  Zárate[3],  a  su  vez  estos  comités  tenían grupos  en  las  comunidades,  seguramente en
                  Neutla hubo un grupo de la Liga, esto se puede sugerir en base a las organizaciones católicas que
                  había en esa vicaría, por ejemplo los vasallos de Cristo Rey, la Orden Tercera, la Vela Perpetua, y
                  años después la Acción Católica. Fue a partir de esta base que los católicos pudieron prepararse y
                  responder a las acciones del gobierno revolucionario encabezado por Plutarco Elías Calles.
                       Una vez que el gobierno anunció la reforma al artículo 130, mejor conocida como Ley Calles
                  (entró en vigor el 31 de julio de 1926)  que estipulaba multas para sacerdotes extranjeros, incluso su
                  expulsión del país; el cierre de las escuelas confesionales, la prohibición de la vida monástica o en
                  cualquier  comunidad  religiosa,  por  considerar  esta  forma  de  vida  como  un  atentado  contra  la
                  libertad;  las publicaciones religiosas que trataran temas de política nacional, las celebraciones fuera
                  de los templos, así como el reconocimiento de templos y sus anexos como propiedad de la nación
                  [4], los católicos se sintieron más amenazados. Como protesta y medida para intentar derogar esta
                  reglamentación,  las  asociaciones  religiosas  y  sociales  católicas  organizadas  en  torno  a  la  Liga
                  llevaron a cabo un boicot económico-social que consistía en “vivir como en semana santa”, es decir
                  se invitaba a consumir lo menos posible, no asistir a fiestas y diversiones públicas, quienes contaran
                  con servicio de luz eléctrica no usarla, quienes tuvieran auto igualmente, no pagar ningún servicio
                  público, y además reunir firmas para enviarlas a las Cámaras. A pesar de estas acciones que en la
                  región centro-occidente del país fueron muy efectivas, Calles no desistió en su reforma por lo que
                  como medida de protesta el Episcopado mexicano decidió suspender los cultos a partir del día 1 de
                  agosto, un día después de que entraría en vigor la Ley Calles. Es decir, salvo algunas excepciones,
                  el  gobierno  jamás  cerró  los  templos,  fueron  los  propios  sacerdotes,  por  órdenes  de  sus  obispos
                  quienes dejaron de celebrar en esos lugares y en algunos casos fueron ellos  mismos quienes los
                  cerraron.
                       Para muchos, ese fue el día de tomar las armas, en otros casos la lucha comenzó los primeros
                  días de enero de 1927. En el caso de Comonfort sabemos que algunos comonforenses se unieron al
                  movimiento encabezado por el ex-general Rodolfo Gallegos, que inició en octubre de 1926 en los


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